viernes, 28 de noviembre de 2008

Ellos

Juntos descubrirán nuevos mundos,
se abrirán a nuevas experiencias,
mientras yo les observo sordo y mudo
cegado por mi ya falsa ciencia.
Ella jurome amor, él amistad.
Tosco beso rompió aquel pacto
convirtiéndole a él en mi rival
y a ella en un sueño inacabado.

Mariquitas

Llenando incontables folios
de blanca e ilegible tinta
paso las horas llorando
por el amor que me olvida,
por el dolor que le sigue,
por mi ya cansada vida.
Intenté volar, lo admito,
imité a las mariquitas,
recelosas, frías, rojas,
calladas, rotas, perdidas
y, sobre todo, perfectas,
rebosantes y vacías
de ese sentimiento muerto,
del sentimiento alegría.

Cuatro besos de mujer...

Cuatro besos de mujer,
cinco prosas mal escritas,
seis cuerpos que no respiran,
siete ya perdidas vidas,
tres palabras que se callan,
dos ciegos que no me miran,
un espejo que me mata
por amar a aquella niña.

jueves, 30 de octubre de 2008

Curiosidad

Manchando de tinta el albo papel
un joven poeta escribía sus penas,
hablaba sobre el dolor que brota de su piel
en forma de esbeltas piernas
procedentes de un cuerpo de mujer.

Curioso, cual misterio de la ciencia,
es el acto que ahora cito,
y es que lejos del poeta
mirándole desde un escondrijo,
una mujer de incontable belleza,
pensaba en él como en un chico
al que dedicar más de un poema.

Ejércitos de tinta.

Ejércitos de tinta invadían el papel
como si de un país sin nombre se tratase,
poblándolo de una niñez
marcada por el desastre.

Entre los disparos mudos
se oía el llanto de los habitantes,
habitantes de este mundo
marcado por el desastre.

De la citada guerra surgió un libro
con las hazañas de un guerrero amante
de los amores de los vivos
marcados por el desastre.

¿Quién fue?

¿Quién marcó mi destino?
¿Quién juntó nuestros caminos?
¿Quién fue? Quien haya sido
con todo mi corazón yo le maldigo.

¿Quién escapó de entre mis brazos?
¿Quién corrió lejos de mi lado?
¿Quién fue? Quien haya sido
con todo mi dolor yo le persigo.

¿Quién te abandonó en el olvido?
¿Quién te dejó morir para estar vivo?
¿Quién fue? Quien haya sido
francamente yo le admiro.

miércoles, 22 de octubre de 2008

No hablé con ella

No hablé con ella,
pero me lo dijeron todo sus pupilas
resplandecientes cual estrella
a la que los enamorados miran.

Al llegar a mi hogar
lloré a solas en la oscuridad
pensé que no volvería a ver
sus hermosos ojos color miel.

No sé si fue Cupido
o el mal aventurado destino
quien me hizo volverla a encontrar,
para, de nuevo, verla marchar.

jueves, 9 de octubre de 2008

A la poesía

Te escribí mis mejores versos,
por ti junté métrica y rima,
naufragué en todos tus besos
y llamé a mi naufragio poesía.

Las sinalefas que nos juntaron
se convirtieron en sucios hiatos,
los folios personificados
que nos vieron amarnos
son un hipérbaton del verbo volamos.

La aguda palabra amor que me sumaba uno
se volvió esdrújula y ahora me lo resta.
¿Qué es sentir más que decir dudo?
¿Qué es escribir más que decir lloro sienta lo que sienta?

Mi muerte

Recuero mi muerte, fue algo hermoso,
yo estaba sentado, mirando por mi ventana perezoso,
en ese momento, de la calle vacía
un figura venía
hacia mi guarida.

Clavé mi pupila en la suya,
sus vidriosos ojos dejaban a entre ver mil llantos,
evidente era su amargura,
evidente era su espanto.

Busqué sus ojos en todos los cuerpos,
no logré hallarlos.
Tan sólo su recuerdo
poco a poco me ha matado.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Por mi ventana la vi un día.

Por mi ventana la vi un día,
¿cuándo? se preguntará el lector,
no lo recuerdo pero fue el comienzo de mi agonía
al verla alejarse más allá de donde se pone el sol.

Sin cesar busqué mi aguja en su pajar,
mi alma en su corazón,
y tan sólo hallé, y tras mucho buscar
lo que la gente llama desesperación.

Después de meses de oportunas desgracias
otra vez la vi pasar bajo mi ventana,
la dama de negro, mi más recelosa amada,
la dama de ensueño, la que me mató con su mirada.

Intento encontrarla
y nadie me dice nada,
¿dónde está la ondulada cascada
que sale de sus pensamientos
hasta la más profunda charca
en la que se ahoga el que mejor nada?

Cuando la encuentre se lo diré,
pero hasta entonces me tengo que conformar
con escribir rápido y mal
lo que pudo ser
y lo que nunca será

El lago de Sanabria

Los niños correteaban, gritaban y jugaban
mientras sus abuelas leían a José Cela,
los chavales buscaban el refugio de algún árbol
para gozar en las tinieblas.

La tranquilidad, el amor, la calma,
el suelo, una improvisada cama,
la arena del lago de Sanabria.

Pero, luego, llegaron ellos,
los metálicos monstruos
y, uno a uno,
fueron matando las risas, las flores, los sueños.

Tu cuerpo

Tu curioso movimiento de caderas,
mi mirada atónita ante tu rebeldía,
la ondulación perfecta de tu melena,
tu boca, un milagro si muestra alegría,

Tus ojos, el boceto de la ingeniería,
tu nariz, el soneto de este poeta,
tus piernas rasgadas a la luz siempre guían,
tus manos, la condena que cumplir mi corazón espera.

Tus curvas, una carretera en llamas
surcada por un conductor suicida
indigno de ver lo que alcanza su mirada,

Mis versos son una caricia
que mata al que pasa,
que besa la vida.

Tu cara

El cielo azul, ligeramente surcado por dos lunas negras,
entre las dos, bajaba una perfecta y abombada escalera
hasta el más sabroso infierno que nadie nunca vio,
en ese mundo idóneo que no es digno ni de un dios.

domingo, 28 de septiembre de 2008

El olvido

Ya está siendo olvidado,
desapareciendo,
muriendo una vez muerto,
desterrado,
dejará de ser recuerdo,
nadie recordará, siquiera,
el nombre de ese esclavo.

¿Una vida, o un número
en una encuesta?

¿Un hombre, o un preso
muerto por sus ideas?

No importa si fue rico o pobre,
si fue valiente o cobarde,
si fue mujer o fue hombre,
la memoria no perdona a nadie.

Carta de amor

Recuerdo una mañana nevada de verano
en que el cartero llamó tres veces y no dos,
fugaz, abrí la puerta con mi fría mano
y me entregó una carta con tu olor.

Rompí el sobre esperando
leer una frase de perdón
por los incesables llantos
que por ti desprendo yo.
En el infinito folio blanco
reflejabas tu dolor.

En el infinito folio blanco
me preguntabas que qué es el amor.
Una carta te escribí en el acto,
preguntándote que qué es el sol.
Tu respuesta tardó cien años,
me respondiste que es una gran estufa de calor.
Amiga mía, yo no te engaño
si te digo que el sol es amor.

Muerte de la Rubia Morena

La he logrado encontrar tras pasarme años en su busca,
la miro, la siento, la amo, pero acercarme me asusta.
¿Se habrá olvidado de mí? ¿Recordará que un día fuimos uno?
Quién sabe si sentirá lo que sintió, aunque francamente lo dudo.

En noches de lluvia y en días resplandecientes fue mía,
la besaba, la rodeaba con mis vagos brazos, la amaba, pero ella… ella sólo me quería.

Como les comentaba antes encontré su cuerpo,
la observé desde los pies hasta el pelo esbelto y luengo,
difícil admirar su color, no sé si sus mechas
eran castañas, rubias o morenas.

No comprendía el motivo pero mis piernas iban hacia ella,
intenté pararlas a cada paso, vano esfuerzo.
Sus recelosos ojos me pararon en seco,
mas me volvieron a acercar sus caderas.

A menos de un metro la miré fijamente, no fue necesario decir hola,
volvió a agarrarme y a mordisquearme una oreja,
le mentí y le dije que tenía nuestra habitación de hotel,
fuimos correteando, jugando y nos besamos en cada farola.

Al llegar al hotel más cercano, tras dos horas de trayecto,
haciendo gala de mi fortuna reservé la peor habitación de todas,
nunca pensé que la escasez me trajese tantos recuerdos,
recuerdos de una noche en que perdí a mi única pareja.

Esta vez al día siguiente no se fue,
tras una noche mágica, loca y, créanme, poética,
ignoré todas y cada una de mis lecciones de ética
y acabé con su vida pero antes de todo la amordacé,
la até, la golpeé y a ninguna de sus quejas contesté.

Con uno de sus mechones de pelo en la mano me entregué a la policía,
ella me lo había quitado todo, qué menos que quitarle la vida.

Ahora escribo estos versos desde mi celda
pensando continuamente en ella,
no se preocupen, antes de ver las estrellas
me reuniré con la Rubia Morena.