Duermo para poder soñar,
sueño para sentirme libre,
el aire mece mi pelo y me susurra tu nombre,
y vuelo sin pensar ni en lo que haré ni en lo que hice.
Nada vale nada,
y eso hace que valga menos el valor,
que bien se vive sin notar la vida,
ignorando al despertador.
lunes, 8 de febrero de 2010
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