jueves, 30 de octubre de 2008

Curiosidad

Manchando de tinta el albo papel
un joven poeta escribía sus penas,
hablaba sobre el dolor que brota de su piel
en forma de esbeltas piernas
procedentes de un cuerpo de mujer.

Curioso, cual misterio de la ciencia,
es el acto que ahora cito,
y es que lejos del poeta
mirándole desde un escondrijo,
una mujer de incontable belleza,
pensaba en él como en un chico
al que dedicar más de un poema.

Ejércitos de tinta.

Ejércitos de tinta invadían el papel
como si de un país sin nombre se tratase,
poblándolo de una niñez
marcada por el desastre.

Entre los disparos mudos
se oía el llanto de los habitantes,
habitantes de este mundo
marcado por el desastre.

De la citada guerra surgió un libro
con las hazañas de un guerrero amante
de los amores de los vivos
marcados por el desastre.

¿Quién fue?

¿Quién marcó mi destino?
¿Quién juntó nuestros caminos?
¿Quién fue? Quien haya sido
con todo mi corazón yo le maldigo.

¿Quién escapó de entre mis brazos?
¿Quién corrió lejos de mi lado?
¿Quién fue? Quien haya sido
con todo mi dolor yo le persigo.

¿Quién te abandonó en el olvido?
¿Quién te dejó morir para estar vivo?
¿Quién fue? Quien haya sido
francamente yo le admiro.

miércoles, 22 de octubre de 2008

No hablé con ella

No hablé con ella,
pero me lo dijeron todo sus pupilas
resplandecientes cual estrella
a la que los enamorados miran.

Al llegar a mi hogar
lloré a solas en la oscuridad
pensé que no volvería a ver
sus hermosos ojos color miel.

No sé si fue Cupido
o el mal aventurado destino
quien me hizo volverla a encontrar,
para, de nuevo, verla marchar.

jueves, 9 de octubre de 2008

A la poesía

Te escribí mis mejores versos,
por ti junté métrica y rima,
naufragué en todos tus besos
y llamé a mi naufragio poesía.

Las sinalefas que nos juntaron
se convirtieron en sucios hiatos,
los folios personificados
que nos vieron amarnos
son un hipérbaton del verbo volamos.

La aguda palabra amor que me sumaba uno
se volvió esdrújula y ahora me lo resta.
¿Qué es sentir más que decir dudo?
¿Qué es escribir más que decir lloro sienta lo que sienta?

Mi muerte

Recuero mi muerte, fue algo hermoso,
yo estaba sentado, mirando por mi ventana perezoso,
en ese momento, de la calle vacía
un figura venía
hacia mi guarida.

Clavé mi pupila en la suya,
sus vidriosos ojos dejaban a entre ver mil llantos,
evidente era su amargura,
evidente era su espanto.

Busqué sus ojos en todos los cuerpos,
no logré hallarlos.
Tan sólo su recuerdo
poco a poco me ha matado.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Por mi ventana la vi un día.

Por mi ventana la vi un día,
¿cuándo? se preguntará el lector,
no lo recuerdo pero fue el comienzo de mi agonía
al verla alejarse más allá de donde se pone el sol.

Sin cesar busqué mi aguja en su pajar,
mi alma en su corazón,
y tan sólo hallé, y tras mucho buscar
lo que la gente llama desesperación.

Después de meses de oportunas desgracias
otra vez la vi pasar bajo mi ventana,
la dama de negro, mi más recelosa amada,
la dama de ensueño, la que me mató con su mirada.

Intento encontrarla
y nadie me dice nada,
¿dónde está la ondulada cascada
que sale de sus pensamientos
hasta la más profunda charca
en la que se ahoga el que mejor nada?

Cuando la encuentre se lo diré,
pero hasta entonces me tengo que conformar
con escribir rápido y mal
lo que pudo ser
y lo que nunca será

El lago de Sanabria

Los niños correteaban, gritaban y jugaban
mientras sus abuelas leían a José Cela,
los chavales buscaban el refugio de algún árbol
para gozar en las tinieblas.

La tranquilidad, el amor, la calma,
el suelo, una improvisada cama,
la arena del lago de Sanabria.

Pero, luego, llegaron ellos,
los metálicos monstruos
y, uno a uno,
fueron matando las risas, las flores, los sueños.

Tu cuerpo

Tu curioso movimiento de caderas,
mi mirada atónita ante tu rebeldía,
la ondulación perfecta de tu melena,
tu boca, un milagro si muestra alegría,

Tus ojos, el boceto de la ingeniería,
tu nariz, el soneto de este poeta,
tus piernas rasgadas a la luz siempre guían,
tus manos, la condena que cumplir mi corazón espera.

Tus curvas, una carretera en llamas
surcada por un conductor suicida
indigno de ver lo que alcanza su mirada,

Mis versos son una caricia
que mata al que pasa,
que besa la vida.

Tu cara

El cielo azul, ligeramente surcado por dos lunas negras,
entre las dos, bajaba una perfecta y abombada escalera
hasta el más sabroso infierno que nadie nunca vio,
en ese mundo idóneo que no es digno ni de un dios.