Los niños correteaban, gritaban y jugaban
mientras sus abuelas leían a José Cela,
los chavales buscaban el refugio de algún árbol
para gozar en las tinieblas.
el suelo, una improvisada cama,
la arena del lago de Sanabria.
los metálicos monstruos
y, uno a uno,
fueron matando las risas, las flores, los sueños.
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