viernes, 21 de agosto de 2009

Granizó sobre el tejado de mi alma...

Granizó sobre el tejado de mi alma
tu incansable dulzura mal tenida,
y el fuego de la chimenea en mi cabaña
aún no quema tu tormenta en mi saliva.

Creo que tan sólo una forjada espada
podrá arrancar de cuajo, ayer, tu espina,
pero sé, que si eso pasa,
se ensanchará aún más mi herida.

Por ello quiero que un clavo surgido de las llamas
entre en mi corazón con letanía,
¿para qué? para quitar tu cara
del espejo al que me miro cada día.

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